Obesidad, estrés, pérdida de memoria e hipertensión tienen algo en
común: todos han sido vinculados a la falta de sueño, que aumenta la
posibilidad de padecerlos.
Pero ahora, por primera vez, un estudio del Centro de Investigación
del Sueño de la U. de Surrey (Reino Unido) probó que dormir menos de
seis horas diarias impacta no sólo a nivel físico, sino también a nivel
genético.
En un trabajo con voluntarios, los expertos descubrieron que quienes
dormían menos de seis horas, al cabo de una semana no sólo mostraron
estar más cansados, sino que tenían alteraciones en la expresión de 711
genes, relacionados con los ritmos circadianos (reloj biológico que
regula funciones fisiológicas), el estrés oxidativo y el metabolismo. De
ellos, 444 genes vieron suprimida su actividad (se “apagaron”) y 267
genes fueron más activos (se “encendieron”) que en los que dormían más
tiempo.
Esta alteración genética podría desencadenar o agravar enfermedades
como la diabetes o la obesidad, mientras que la interrupción de algunos
genes, como los que regulan la respuesta inflamatoria del cuerpo,
podrían tener un impacto en las enfermedades del corazón.
“Parece que un papel importante del sueño es reconstruir las células y
reemplazar los componentes dañados por otros nuevos. Los genes de estos
procesos son más activos durante la noche, cuando estamos dormidos”,
explica Colin Smith, investigador de la U. de Surrey y uno de los
autores del estudio.
“Los genes afectados están involucrados en la remodelación de la
cromatina (que juega un papel importante en la regulación de los genes),
la respuesta inmune y el estrés”, dice el paper de la investigación
liderada por Derk-Jan Dijk, de la U. de Surrey.
Para su investigación, los científicos estudiaron a 26 personas
sanas, de entre 23 y 31 años, quienes durmieron dos semanas en el centro
científico; en la primera semana permanecieron diez horas en la cama
(dormían 8,5 horas efectivas) y en la siguiente sólo 6 horas (5 horas y
42 minutos de sueño). Al final de cada semana, se les mantuvo despiertos
durante el día y la noche, o alrededor de 39 a 41 horas.
Círculo vicioso
De acuerdo a la investigación, la pérdida de sueño tuvo un efecto en
los genes que regulan el reloj biológico del cuerpo, lo que sugiere que
dormir poco puede desencadenar un círculo vicioso de empeoramiento de la
interrupción del sueño. El estudio no determinó qué podría realizarse
para contrarrestarlo.
Aunque hay personas que parecen estar acostumbradas a dormir menos,
debido a su ritmo de vida, no quiere decir que ello no afecte la
expresión de sus genes. Smith explica que ajustarse a la privación del
sueño es imposible. “Es casi seguro que cause efectos dañinos en la
salud. Mi hermano, por ejemplo, sufre de insomnio crónico y puedo ver
que es una enfermedad paralizante y muy difícil de tratar”, cuenta el
investigador.
Quienes sí pueden soportarlo son los llamados short sleepers,
personas que tienen una mutación en un gen conocido como hDEC2, que
regula su ciclo sueño-vigilia y que les permite funcionar durmiendo
menos. Estos individuos están entre el 1% y 3% de la población mundial
y, de acuerdo a Smith, podrían regenerar tejidos y células de forma más
rápida; por ello, aun con un par de horas de sueño despiertan con
energía, sin necesitar dormir una siesta o tomar café o sustancias para
mantenerse, como sí deben hacerlo muchos de quienes duermen menos de
entre 7 y 9 horas diarias.
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